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Descubriendo Moratalla. Pantano del Cenajo

Pantano del Cenajo
Moratalla

Descubriendo Moratalla. Pantano del Cenajo Pantano del Cenajo. Aguas Turbulentas

Gorjeos…son gorjeos lo que escucho entre las tinieblas del sueño que se adhiere a mis sentidos, mientras intentan embotados seguir los sonidos que me despiertan. Gorjeos melódicos con tonos metálicos…salto de la cama, me visto en silencio y bajo de dos en dos los escalones que me separan de la calle, y salgo casi a oscuras aún, a la balconada que preside la entrada del hotel EcoCenajo, donde nos hemos alojado algunos de los participantes de la ruta de hoy. Un grupo bastante numeroso de invernantes Petirrojos, trinan desde las copas de los altos árboles recibiendo un nuevo día de otoño.

El entorno de este coqueto complejo turístico, no puede transmitir más calma y placidez…poco a poco se hace de día, y me enseña un cielo encapotado que presagia algo de agua, y una niebla que se empeña en enredarse entre las ramas de los pinos, dejando jirones blancos como torondas de algodón…otoño. Ya con el día en marcha, nos reunimos en el bar del hotel a desayunar, y comienzan a llegar compañeros de ruta, algunos de ellos como June, mojados por el insistente chispeo que cae en la calle. Otros nos cuentan que en Murcia y Moratalla, llovía más en serio cuando ellos partieron hacia aquí, pero estamos decididos a probar suerte, y a confiar en la predicción meteorológica que nos promete una mejoría a lo largo de la mañana. Y con el chispeo matinal, y provistos de nuestros chubasqueros, partimos desde la escalinata de la entrada, no sin antes hacernos la foto de rigor en tan bonito escenario. Aunque de sencillos materiales, ya desgastados por el paso del tiempo, conserva la belleza de una vieja estrella de cine marcada por la edad, pero elegante y con todo su glamour intacto.

Descendemos buscando las aguas del Segura, siguiendo las señales de sus cambios de curso en los taludes que nos rodean, y hacemos una primera parada al pie de la presa. 70 metros de hormigón, nos observan indolentes apoyados en las paredes del Estrecho de la Herradura, sin mostrar esfuerzo alguno en el desempeño de su ardua empresa, controlar las aguas de este bravo río, objetivo para el que fueron elevados estos muros. Nos maravillamos del atrevimiento humano, siempre empeñado en controlar las fuerzas de la naturaleza, y más aún al pensar que esta presa cuenta ya con más de medio siglo, una obra hidráulica de gran envergadura para la época, si tenemos en cuenta además los medios con los que contaban por entonces. Todo el esfuerzo y sacrificio de miles de personas volcados durante dos décadas hasta completar la obra.

Una pareja de Cormoranes nos sobrevuelan en círculo, dándonos la bienvenida a su hogar. Continuamos nuestro camino, hacia el lugar que acogió el pequeño poblado en el que vivían los trabajadores y algunas familias. Hoy día, apenas si quedan algunas escalinatas y unos pocos muros, engullidos por la exuberante vegetación. Donde hubo barracones y viviendas, se ha desarrollado un curioso bosque de Eucaliptos y Pinos carrascos, los cuales han alcanzado alturas de vértigo buscando la luz del sol. Ya no llueve, y una atmósfera brumosa y brillante nos rodea, filtrando fantasmagóricas luces que juegan con los dorados otoñales, sumiéndonos en una atmósfera romántica y melancólica. Las últimas construcciones que vemos antes de seguir la orilla del río, son unas pequeñas casas-cueva de las que apenas si quedan los restos, algunos convertidos en cuadras en sus últimos años.

El camino que tenemos por delante, se engalana rodeándose de una chopera de doradas copas, un magnífico túnel vegetal en el que las fotografías no tienen fin. Las copas doradas lucen como si la luz manara de ellas, y nos es difícil salir del encantamiento que produce en nuestros espíritus. Los cantos de los petirrojos, siguen aún acompañándonos, perdidos en la espesura. Comenzamos a escuchar un retumbar sordo, que poco a poco se define entre los chopos. Es un canal de desagüe del embalse, al que nos acercamos para almorzar al son de sus aguas. Baja tumultuoso el pequeño torrente, escondido ente una frondosísima espesura de higueras y zarzas que serpentean barranco arriba hasta donde perdemos la visión. Un curioso bosque galería de higueras, que guarda otra sorpresa, en forma de Baladres. El agua, la falta de luz, y sobre todo, el hecho de que nada ni nadie haya segado sus vidas, ha conseguido que perdieran su estatus de arbusto, para convertirse en árboles con todo el derecho al título. Pasan casi desapercibidos engullidos entre higueras y zarzaparrillas.

Volvemos a la chopera, ya en busca de la senda que nos sacará a la luz del sol, ahora ya presente. Ascendemos poco a poco ante la visión del blanquísimo estrato de Diatomeas, que contrasta increíblemente con el oro de los chopos. En este punto concreto de la excursión, varios momentos geológicos se muestran ante nosotros, Jurásico, Triásico y Mioceno separados por pocos metros, pero si por millones de años…simplemente increíble. Tanto como un nuevo paisaje que hemos ganado con la altura, un rio ambarino refulgente enmarcado por el verdor de los pinos, que recogemos en una nueva oleada de curiosas fotos. Pero aún nos falta alcanzar nuestro objetivo, aquél que observábamos desde la base de la presa, la Cruz del Obrero, así que nos apresuramos en buscar la senda que nos lleve hasta ella. Hace ya un buen rato, que nos estamos moviendo por el territorio de un Zorro que ha marcado sus límites como en ellos es costumbre, con sus excrementos. También éstos nos informan de cuál es su dieta principal en estos momentos, las bayas de Enebros y Sabinas.

Acompañados por sus constantes rastros, y por otros de Cabra montés, algunos realmente frescos, llegamos hasta el espectacular engarbo de este peculiar monumento erigido en memoria de todos aquellos que dieron su vida por proteger la de otros, al construir el embalse que frenaría las avenidas que en tiempos asolaban las tierras murcianas aguas abajo. Las vistas son de vértigo, que es lo que algunos sentimos al asomarnos desde el monumento. Mavi nos explica, que el arco representado en el mismo, es un arco Catenario o de Gaudí, un arco que adquiere la forma de la curva que describe una cadena suspendida entre dos puntos situados a la misma altura, con el fin de que la tensión que padece el arco en cada punto, se reparta entre una componente vertical y una componente de presión que se transmite por el arco hacia los cimientos.

Gaudí en su genio, demostró que no necesariamente las líneas verticales absorben mejor las tensiones, consiguiendo en sus edificios que los arcos de catenaria desviaran el peso de las cubiertas dejando amplias zonas abiertas con la seguridad de que los techos no se desplomarían.

Más tarde, durante la comida en el salón del restaurante del hotel EcoCenajo, habilitado en lo que fue el laboratorio durante las obras del embalse, contemplaríamos en vivo la efectividad de este mito de la arquitectura modernista. También desde nuestra atalaya, podemos comprobar lo bajo que se encuentra en estos momentos el embalse, a pesar de las lluvias de finales de verano y principios de otoño. Su intenso color turquesa, y el blanco de las partes habitualmente sumergidas, hacen las delicias de los fotógrafos.

Desde aquí arriba, viendo el serpenteo ondulante del cauce del río, entendemos la referencia a una herradura en el nombre de este singular paraje. Pero llega la hora del retorno, y poco a poco retomamos la senda sustentada en muros de roca viva que nos trajo hasta aquí, ahora para descender hasta las entrañas de estas crestas, ya que volveremos cruzando su interior por el túnel que nos escupe justo sobre el muro de la presa. A veces desde este punto, la pareja de Águila-azor perdicera se deja ver en su constante búsqueda de sustento, pero hoy no hemos tenido esa suerte, a pesar de otear el cielo durante un rato. SÍ están soleándose nuestros anfitriones emplumados, los cormoranes, que secan su plumaje en una de las agujas que emergen de las azules aguas.

Apretamos el paso en dirección al restaurante del hotel, pues entre tanto que ver y disfrutar, se nos ha echado la hora encima, y nuestros estómagos reclaman su parte del botín. Manolo, comandando los fogones del restaurante, prepara unos exquisitos menús con ni más ni menos que cinco primeros y cinco segundos platos a elegir, así que cada uno sació su hambre al gusto… mención especial a un postre que reconozco me enamoró, si eso es posible entre un dulce y un humano…milhojas de queso fresco y membrillo, una delicia. Pero como somos gente de buen comer, y teníamos entre nuestros “descubridores” a tres cumpleañeros, les regalamos una tarta que acabó por desbordar nuestro disfrute gastronómico elaborada por Elena de Confiteria Roch. Un magnífico colofón a un día perfecto, un acogedor espacio, inmejorable compañía, y el calor de la amistad…nos veremos de nuevo avanzada la estación, inmersos en los colores del otoño.

(texto de descubriendo Moratalla, oficina de turismo de Moratalla)

Características del Pantano del Cenajo

Es la principal presa del Segura  y fue inaugurada por Francisco Franco el 6 de junio de 1963 y está compartido por los municipios de Moratalla (Murcia) y Hellín (Albacete).
Este gigante de la ingeniería con una capacidad de 437 hectómetros abarca 31 kilómetros de longitud, y su presa se levanta a 84 metros de altura entre la sierra del Búho y las lomas de Las Calaveras.

 

Descubriendo Moratalla. Pantano del Cenajo
Descubriendo Moratalla. Pantano del Cenajo
Descubriendo Moratalla. Pantano del Cenajo
Descubriendo Moratalla. Ruta Pantano del Cenajo
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